Un recorrido sobre las manifestaciones culinarias más enraizadas en la cultura nacional, desde el tradicional comino hasta las parrilladas bailables que proliferaron en dictadura bajo el régimen de toque de queda.
Carlos Reyes construye sus crónicas no solo a partir de la receta tradicional de distintas localidades de Chile, sino que busca esa sintonía con la cultura ciudadana que convierte la comida en una costumbre que reúne a la gente en torno a la mesa, y que habla también sobre cómo somos los chilenos.
"En un país tan largo y por lo mismo con tantos climas, suele haber productos cuyas esencias marcan el carácter de cada territorio. Las unidades nacionales son más bien cosa de gustos comunes. Entre esos pliegues de la mentalidad colectiva se aloja el comino#", escribe Reyes, justamente acerca de ese aliño tan característico de la cocina chilena y que él retrata en un relato escrito en Ovalle, en lo más profundo del valle Limarí. Así, este crítico gastronómico nos cuenta cómo los soldados chilenos que pelearon en la Guerra del Pacífico trajeron el pisco a nuestro territorio, nos habla de ajiacos, cazuelas, nuevas costumbres como el sushi al paso y viejas costumbres como las heredadas de la cultura chinchorro.
