La llegada de los musulmanes a la Península Ibérica en el siglo VIII implicó una intensa influencia oriental gracias a la lengua árabe y a la cultura islámica. El territorio hispano ocupado por los musulmanes fue llamado Al-Ándalus y evolucionó a lo largo de varios siglos: pasó de ser una provincia del vasto imperio islámico a convertirse en un Estado independiente de gran esplendor, el califato de Córdoba, para sufrir después una grave división política. En esta etapa de crisis los musulmanes no pudieron resistir el avance de los reinos cristianos que habían ido surgiendo en el norte peninsular, pero elevaron la cultura Andalusí a su máxima expresión y edad de oro. Los sucesivos y variables reinos de taifas en los que se disgregó el territorio musulmán aparecieron y desaparecieron de forma intermitente.